jueves, 26 de abril de 2012

HUYAPARI

Américo Fernández
Ciudad Bolívar - 2001
Segunda edición - 500
ISBN 980-6482-03-4
Depósito Legal ISBM LF0852001800288
Impresión: TIPOGRAFIA HORIZONTE C.A.
Barquisimeto – Estado Lara

            Huyapari –el nombre antiguo y eterno del Orinoco-  es el título de esta obra que será de gran ayuda para los niños y jóvenes ávidos de conocer la luz de las cosas sencillas y preservar nuestra memoria histórica.  Una pequeña barca cargada de voces, donde está el quehacer de los hombres, el nacimiento de las ciudades, el fluir de las aguas, de las tradiciones y los metales.
         Huyaparí contiene, en pequeñas crónicas, el relato de los distintos hechos que nos permiten conocer la historia de Guayana. Tradiciones,  folclore y sucesos importantes de una tierra con sabor a aventuras.  Y la actividad alucinante de una generación que nos hizo sentir el íntimo orgullo de nombrar la palabra patria.
       El misterio y ritual de los bailes y música; las piedras que nutrieron  el espacio donde soñaríamos; los ecos de la batalla; el preciso y  emocionado  día cuando los barcos entraron a las aguas minerales del Orinoco; la flor que conversa con el silencio de la selva. Todo está dicho aquí. Y sentimos el imán de una prosa inquieta y minuciosa, límpida como los diamantes del Caroní.
       Nos encontramos, una vez más, con una obra de Américo Fernández, quien sabe que el universo es un instrumento complejo y delicado. Un ámbito lleno de correspondencias y misterios cotidianos, en el cual las cosas más elementales tienen una dimensión a la que sólo los cronistas como él, saben darle sentido de trascendencia

José Quiaragua  Pinto

                                                             Caracas 1989















INVITACION



Los invito, queridos amigos, a pasar unos días en Guayana que ha deslumbrado al mundo durante más de 400 años. Es una tierra inmensa, la más inmensa, llena de selva  y con árboles tan grandes que parecen rozar el cielo y donde los pájaros de todos los cantos y colores prefieren detener su vuelo porque se sienten felices de estar siempre todo el tiempo sobre las copas.
Tierra del sur dominada por los ríos más caudalosos y torrentoso de Venezuela. Unas altiplanicies labradas por el tiempo llamadas tepuyes  desde donde también brotan cataratas que saltan como ángeles. Tierra de magia donde la luz y el agua juegan la guacamaya pintada de arcoiris. Tierra de lagos y lagunas como Canaima alimentada por cascadas, con arenas doradas y morichales sumergidos; como Gurí, ola magnética y rugientes desafiando con su fuerza descomunal la claridad del día.
Tierra del oro, del hierro y del diamante, de aguas corriendo sobre lechos de jaspe, de arcilla de variadísimos ocres. Tierra donde se forja el acero con el cual se construye la nueva Venezuela.
Tierra de fuego y alma, donde la gente se desvive, trabaja y canta a garganta limpia como el negro juglar Alejandro Vargas de Ciudad Bolívar, o como la negra Isidora  de El Callao, reminiscencia antillana que baila calípso con cuatro y tambor, rallo y bunbac. Donde la gente come domplin, el calolú, el banán  pilé y el yinyabie después de bregar los túneles en busca del oro que huye de la claridad del sol.
Tierra de Ciudad Bolivar, la vieja Angostura, de donde la historia se nos mete por los ojos con sus casas escalonadas sobre cerros que miran las toninas que pasan por el Orinoco. Casas altas de azoteas y grandes ventanales como la de San Isidro donde vivió Bolívar, la del Congreso de Angostura donde habló de libertad y la del Correo del Orinoco desde cuyas páginas combatió el vasallaje colonial.
Guayana es, amigos, una inconmensurable isla rodeada de mar, de río y de selva, con una Catedral  airosa y una torre debajo de la cual cayó Manuel Piar con la esclavina rota y donde sepultado está Monseñor García  Mohedano, el prelado que introdujo el café en la provincia de Caracas.

ORINOCO

Padre y señor de todos los ríos
El río más grande de Venezuela se llama Orinoco.  Así lo denominaban los indígenas que poblaban sus riberas cuando aquí, por primera vez, llegaron los conquistadores y colonizadores españoles.
Exactamente los aborígenes no le decían  Orinoco  sino Urinoku y creían que era la obra de un ser mitológico que ellos veneraban como Amalivacá; un hombre, semejanza de dios que llegaba a su lujuriosa tierra, procreaba y luego tomaba su curiara  y se iba al otro lado del horizonte alentando en el alma colectiva del indio, la esperanza del retorno.
Cristóbal Colón nunca oyó mencionarlo porque prefirió pasar de largo frente a sus bocas inmensas que confundió con las del  río Ganges. Claro, él navegaba desde hacía  meses en busca de las indias. Llegó el Almirante, incluso, hasta especular sí acaso no sería, por lo majestuoso, el río del Paraíso Terrenal.
Fue, dicen las crónicas de aquella época de la conquista, un historiador de nombre González Fernández de Oviedo y Valdés, que existió entre 1478 y 1557 y desempeño cargos importantes en América, quien lo mencionó de primero por su nombre aborigen “Orinoco” en su libro:  “ Historia Natural y  General de las indias, Islas y tierra Firme del Mar Océano.”
Pero el Orinoco no era para entonces todo el curso del río en sus 2.600 kilómetros, es decir, de la Parima  hasta su desembocadura en el Atlántico, sino que Orinoco o Urinoku se llamaba desde Caroní hasta Arauquita.  Uriaparia le decían los indígenas y también los españoles a la parte del río comprendida desde el mar hasta la confluencia del Caroni;  Barrúan, desde el Arauquita hasta los Raudales de Artures y Basáua   hasta la zona de los Guahibos.
Juan de Castellano, un historiador y poeta español que vivió más de 80 años entre los siglos XVI - XVII y quien escribió el poema más largo redactado en castellano bajo el título de “Elegías a varones ilustres de indias”, lo llamó Uyapar..

Al Río Orinoco también en la época de la conquista se le conoció con los nombres de Huyapari, como el nombre de este libro.  Asimismo, como Viapari y Uruapari. Pero al fin predominó su nombre autóctono de Urinoku con la variación gramatical moderna de Orinoco, sin perder su etimología primitiva de Ori, confluencia y noco, lugar (lugar de confluencia).   

EL ORINOCO ES UNA GOTA DE AGUA

Es una gota apenas como el ojo de un pájaro

El hombre atraído por el misterio de su origen  ha ido más allá de lo aparente. Roto barreras y sumergiéndose en profundidades casi eternas.
Sin embargo, su origen, el origen de la humanidad como el del universo sigue siendo un secreto  insondable. En cambio, ha tenido satisfacciones al descubrir el comienzo de otras cosas.
Por ejemplo, descubrir los ríos desde que nacen hasta que se pierden en el mar o en el caudal de otros ríos o de un lago, ha sido siempre una constante en el hombre, tal vez, por que en ese discurrir del agua encuentre el símbolo más sugerente de su existencia:
“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”.
Canta en su copla el poeta de la madre patria, Jorge Manrique, mientras en ella se engarza el verso de Miguel Otero Silva estrujado por el impenetrable arcano que pone fin a la existencia:
“!No! No es posible vivir como los ríos cantando entre laderas y lirios o entre grandes peñascos o ramajes tronchados sin presentir la mar que los espera”.
Rómulo Gallegos, al entrar a Canaima por las bocas del Orinoco  y a medida que el serviola de estribor va con el escandallo sondeando el lecho del estuario, encuentra la misma semejanza vital del río con el hombre:
“El río niño de los alegres regatos al pie de la parima, el río joven de los iracundos bramidos de Maipures y Atures, ya viejo y majestuoso sobre el  vértice del Delta, reparte sus caudales y despide sus hijos hacia la gran aventura del mar”.
José Sánchez Negrón, asiste al parto y deja en su libro “Los Humos  las voces” el mejor testimonio del alumbramiento:
“Es la hora del primer vagido. Es el instante inmediato y previo puesto como el oído de un niño sobre la puerta de la vida y nada hay ni siquiera el nombre que la luz pondrá sobre la frente del río cuando asome. El silencio está quieto y crece y se levanta como una cruz enorme pero emerge el grito. Y los ángeles se asustan y no saben qué hacer con el silencio roto entre las manos. El río. El río interminable”.
Pero lo que más asombra es que esa gran masa de agua libre y que se encrespa, sea en sus inicios una simple gota de agua, un vagido, el ojo de un pájaro, apenas una ínfima gota de rocío:
“Al comienzo. Al principio ¿Qué fue el Orinoco sino una gota de agua brotando de la tierra o cayendo del viento?”.
Interroga en su poema Carlos Augusto León mientras que Andrés Eloy Blanco al invitar a la aventura en su canto al Orinoco no deja de advertirlo:
“Vamos a embarcar, amigos, para el viaje de la gota de agua. Es una gota, apenas, como el ojo del pájaro”.



miércoles, 25 de abril de 2012

EL DIAMANTE DE BARRABAS

El viento se lo llevó

            Siempre hemos oído hablar del Diamante de Barrabás. A decir del vulgo, era  algo así como una pera, pero realmente no era tal sino más pequeño y pesaba 155 quilates (31 gramos).
Barrabas era un negro alto y fibroso que nació en El Callao cuando aún Gómez  mandaba en Venezuela  (1929). Pero su verdadero nombre es el de Jaime Teófilo Hudson, nombre inglés por la procedencia trinitaria de sus padres.
Cuando tenía 25 años,  “ Barrabás” que así lo llamaban no sabemos por qué, no era un hombre feroz sino tranquilo, aventuraba en la búsqueda de diamantes en los placeres otrora famosos de El Polanco, en el río Icabarú de la gran sabana. Un buen día cuando relavaba  los desechos del material diamantífero, se le apareció como milagro la piedra preciosa más grande que minero venezolano alguno haya encontrado desde que se explota el diamante en el país.
El diamante de Barrabás resulto ser el más grande de Venezuela y uno de los más bellos del mundo. Era realmente de una gran pureza y cuando los compradores internacionales supieron del hallazgo, llegaron hasta la Gran Sabana y compraron a Barrabás el diamante por un precio inferior al real y del cual sólo correspondió al minero 68 mil bolívares. Más tarde fue vendido a la casa Harry Wiston de Nueva York por más de medio millón de bolívares. La piedra fue fraccionada en una impresionante ceremonia por el experto gemólogo  mundial Adrián Gracelli y se informó que dos de sus partes fueron vendidas en cinco millones de dólares.
Barrabás, con lo poco que le tocó de lo mucho que valía su diamante, perdió el sentido de la realidad y se dedicó a una vida de mujeres y dispendio.  Finalmente, explotó un bar llamado  “La Orchila”, donde los buscadores de diamantes cuando visitaban el bar y se entusiasmaban, entonaban frente al negro de El Callao este melancólico estribillo:           “El diamante  de Barrabás... el viento se lo llevo”.  


           
           

SIMON, EL FAROLERO DE ANGOSTURA


Se quedó dormido para siempre bajo la sombra de una Ceiba

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron a prenderse los faroles en la bella y empinada Ciudad de Angostura del Orinoco. Sólo se recuerda que en tiempos del dictador Juan Vicente Gómez llegó a la capital guayanesa un Presidente  (entonces  así se llamaba el Gobernador de Estado) y apagó para siempre los faroles y sus esqueletos sin luz quedaron desde 1911 como símbolo transitorio de un tiempo hermoso, romántico y apacible.
La luz mortecina del farol alimentada con kerosene y aceite de tortuga alumbró durante muchas décadas a esta Ciudad Histórica que ahora ostenta grandes bombillas y luces de neón en sus calles y avenidas.
El kerosene y el aceite de tortuga dejaron de tener demanda desde  que el fluido eléctrico nos invade, generado por plantas de vapor combustionadas con carbón antracita y leña después seguida de  gas pobre, gasoil, petróleo, gasolina y hoy por potentes turbinas empotradas en el dique que en Gurí represa las agua torrentosas del Caroní.  Turbinas que generan luz y fuerza por toda Venezuela.
Angostura o Ciudad Bolivar no necesita ahora de los servicios de don Arturo Montes, el latonero de la calle Venezuela que fabricaba faroles, ni de los servicios del rollizo Simón Rivas, de Perro Seco, que desde las cuatro de la tarde hasta avanzada la noche iba de esquina a esquina con su escalera en el hombro prendiendo los faroles.
Simón era como el farolero del quinto planeta de Saint Exupéry que cuando prendía cada farol era como si hiciera nacer una estrella o una flor y cuando la apagaba era como si durmiera la flor o apagara la estrella. Cumplía bien su consigna de ¿ Buenas Noches?   ¿Buenos Días?  También un pañuelo rojo de cuadros  con el que se enjugaba la frente, porque su trabajo era muy agitado debido a que la Ciudad iba cada vez más deprisa  Al fin, Simón, murió de pena cuando un día se quedó dormido bajo la sombra de una Ceiba, despertó y vio que su escalera ya no servía para nada.
En estos días de lluvia, tormenta y apagones, cuando la Ciudad queda  envuelta en tinieblas y la gente asegura bien las puertas de su casa alumbrándose con velas y linternas, los niños al asomarse a las ventanas ven entre los árboles, pasar el fantasma hecho luciérnaga de Simón, el farolero de Angostura.

EL MEGATERIO


Lejano antecesor del Perezoso
El Perezoso,  mamífero arborícola y desdentado, convertido en símbolo de la flojera, y que después de trepar un árbol se deja caer graciosamente como una pelota, ha sido emparentado con el Megaterio por algunos científicos  y  dicho de él  que  es su descendiente, aunque tienen cuerpos diferentes.
Los Megaterios fueron vertebrados gigantes del sur de América que convivieron en parte con los primitivos hombres de este continente y en parte murieron por causa de los mismos. Se alimentaban de vegetales causando grandes estragos en las plantas. Su pelvis y gran cola le permitían sentarse y tomaban las plantas con sus uñas. Tenían pelo en todo el cuerpo debido a la temperatura ambiental que era más baja que la de ahora  
Veinte mil años atrás, en Venezuela existían los Megaterios, según ha quedado evidenciado con los hallazgos arqueológicos de esqueletos fosilizados localizados en Portuguesa, Guárico, Lara, Falcón, Trujillo, Aragua, Carabobo y  en Guayana.
Los primeros restos de un Megaterio en Guayana fueron encontrados en los placeres diamantíferos del río Guaniamo, exactamente en la Quebrada de las Pavas, a doce metros bajo tierra. El hallazgo lo hizo un grupo de mineros, entre ellos, Tomás Tirado y José Aguilar, y rescatados para el Museo de Ciencias del Estado Bolivar, decretado por el gobernador Manuel Garrido Mendoza, conforme  a un proyecto del médico Eduardo Jahn, aficionado a la paleontología y  arqueología.
Con este de Guayana son diez los descubiertos en Venezuela y según  Eduardo Jahn,  nieto del naturalista Alfredo Jahn, este animal de seis metros de largo y dos de alto, es probablemente de la especie Eremotherium, género Megatherium, que fue uno de los animales más frecuentes en el pleistoceno venezolano.




martes, 24 de abril de 2012

EL GLIPTODONTE

Tatarabuelo del Cachicamo

El cachicamo es miembro de una familia de la América Meridional que como los gitanos nunca tienen un sitio fijo donde morar. Vaga por todos los monte y al igual que los pájaros se alimenta de insectos que succiona a través de un hocico aguzado y que viene siendo prácticamente su cabeza.
Como buen caballero andante, nunca abandona la coraza articulada que lo protege de sus enemigos, especialmente del campesino que ha aprendido a aderezar con su carne unos platos muy sabrosos. El hombre del campo lo persigue con su perro adiestrado porque ya el cachicamo es para él parte de su dieta habitual.
Pero el cachicamo que siempre se ve asediado por sus voraces enemigos, ha aguzado su instinto de estratega tanto como su hocico, de tal suerte que cuando presiente el peligro vuelve rápidamente a su más reciente madriguera y si está muy próxima la asechanza cava al instante una cueva con las garras de sus patas cortas o simplemente se convierte en una bola acorazada con la que resguarda sus partes vulnerables.
Tal es el cachicamo o armadillo, cuya existencia se adivina cuando caminamos por el monte y vemos a cada paso diseminadas madrigueras viejas y recientes.
Los campesinos suelen llamar “ Cachicamo”  a una persona para ellos muy reservada y reconcentrada en sí misma y esto es porque el cachicamo, a su manera de ver, se protege demasiado, permanece resguardado bajo su natural armadura de bandas córneas heredadas posiblemente de un tatarabuelo raro y singular que bien podría ser el Gliptodonte, armadillo de metro y medio de alto que vivió durante la llamada época del cuaternario americano, hace más de veinte mil años.
En Guayana, concretamente en los barrancos de los placeres diamantíferos del río Guaniamo, al sur de Caicara del Orinoco, los mineros han encontrado fósiles del Gliptodonte.
Simón Freddy Martínez, un joven y hábil comprador de diamantes, vendió en 30 mil bolívares las piezas principales de un Gliptodonte fosilizado hallado en un sitio que los mineros comenzaron a identificar después del hallazgo como la “Explanada del Esqueleto”.
El Gliptodonte, pues, como lo vemos, fue también un armadillo, pero gigantesco, y no sería exagerado afirmar que el cachicamo es su más fiel descendiente.

EL INDIO DE GUAYANA



 Nace y muere fuera de su choza.

Por una especie de tabú que pesa sobre su mundo mental, el indio generalmente nace fuera de su choza y en algunas tribus, según hemos leído, muere fuera de su vivienda. A eso se debe su creencia de que la vida es raptada por un ser ciego, pero de una  gran lucidez interior.
Este ciego es, para algunos, un espíritu enemigo. Para otros indios, un maleficio personificado o la materialización de una maldición lanzada por enemigos y contra los cuales luchan los Chamanes o brujos de las tribus.
Los indios hacen que sus hijos nazcan fuera de la choza para evitar conforme a su creencia que la sangre de la mujer pueda contaminar la vivienda toda vez que la sangre es para ellos causa de enfermedad y muerte. Por eso la mujer india es alejada de su hogar durante la menstruación.
El indio lleva una vida azarosa, vive al día, hace una comida fuerte y se estimula con yerbas. Su vida es más fácil en los meses intermedios de invierno y verano porque cosecha sus siembras y se nutre suficientemente como para resistir los extremos de las estaciones.
Prefiere el pescado a la carne y quienes comen carne prefieren la de los animales pequeños.
Por ejemplo, los indios Panare prohiben la caza del chigüire porque lo consideran el creador de su clan y por lo tanto su abuelo. Los indios Piaroa no cazan el danto porque lo consideran también creador de sus clanes. Los taparitas  no cazan el morrocoy por la misma razón, de manera que en esta concepción  parece que hubiera una mente reguladora de la caza en la  dieta de los pueblos indígenas.
En el aspecto filosófico, piensan más en la transmigración y en ellos cabe un espiritualismo bastante puro. También tienen los indios sentido del pudor. La prenda que viste depende de la parte del cuerpo que consideren como asiento de su sentido del pudor. Algunos usan cinturón y quitárselo equivale a desnudarse. Para los indios guaraunos del Delta, su parte más defendida es la garganta, donde usan enormes collares.
El matrimonio en algunas tribus se realiza después del compromiso convenido en la edad infantil. En otras se lleva a efecto después de varias pruebas. Se concede también la mujer por un simple intercambio o en pago de grandes servicios. Generalmente rige la poligamia y la economía se rige por la producción de hombres. El hombre que tiene más hijos es considerado como el mayor favorecido de la comunidad y se le conceden honores.







ANGOSTURA




La ciudad del Orinoco que costó 71.684 reales y medio

De acuerdo con un documento hallado durante una investigación histórica en los Archivos de India, por el Hermano Nectario María, la refundación de la de la Capital de la  Provincia de Guayana en la parte más angosta del Orinoco, costó a la Real Hacienda de España, 71.684,5 reales.
Santo Tomás de la Angostura del Orinoco o simplemente Angostura vino a ser el resultado definitivo del esfuerzo de los colonizadores españoles por consolidar y afianzar la Capital en un sitio seguro contra las reiteradas y sangrientas embestidas de corsarios y piratas de países como Inglaterra y Holanda que pretendía extender sus respectivos reinos de Europa.
La ciudad de Angostura, hoy Ciudad Bolivar, fue construida increíblemente en forma ortogonal sobre un cerro rocoso y en la parte más estrecha del río conforme a un plano elaborado por el cosmógrafo José Monroy.
La cédula de traslación de la ciudad la emitió el Rey Carlos III de España tomando en cuenta las recomendaciones del Expedicionario de limites José Solano y Bote, quien posteriormente y desde la Capitanía General de Venezuela hizo todo cuanto le fue posible por su materialización.
La dicha Cédula Real dispuso para ello separar a la Guayana  del la Provincia  de Nueva Andalucía y dividirla en dos Comandancias: una civil y política a cargo del Tcnel. Don Joaquín Sabás Moreno de Mendoza, a quien se le encargó la misión del traslado, y la otra militar a cargo de don José de Iturriaga, ex Comandante de la Expedición de límites, con asiento en ciudad Real (Moitaco).
Los trabajos de traslado y construcción de la nueva ciudad los dirigió el Teniente de infantería Francisco Guido durante el lapso comprendido del 14 de febrero al 22 de mayo de 1764, cuando fue bendecida con apenas once viviendas y un  Fuerte.
En las obras de fortificación, nuevo poblado, así como el traslado de los habitantes, se empleo un poco más de tres meses y según se desprende de la relación de cuentas presentada por Andrés de Oleaga, contador oficial de la Real Hacienda, se  gastaron 71.684,5 reales y se utilizaron en mano de obra 208 indios de las Misiones del Miamo, Guasipati, Carapo, Aribis, Santa Clara y Pariaguán; 700 arrobas de casabe: 400 arrobas de carne salada y 22 botijas de aceite de tortuga. En materiales de fábrica se emplearon 521 fanegas de cal, 1200 ladrillos y más de 7 mil tejas.
En la construcción del Fuerte San Gabriel, nombre que le dio Moreno de Mendoza en obsequio al  infante don Gabriel, se trabajó durante 68 días. El bautizo y bendición de la ciudad se efectuó el 22 de mayo del 1764. La bendijo el reverendo Padre Fray Bruno de Barcelona, religioso capuchino y misionero apostólico de la Provincia de Guayana.
Dos fechas históricamente importantes marcan la existencia de la Capital de la Provincia de Guayana, hoy Ciudad Bolivar, la del 21 de diciembre de 1595 cuando fue fundada por don Antonio de Berrío en el lugar donde perviven los Castillos San Francisco y el Padrastro y el 22 de mayo de 1764 cuando tuvo lugar su traslación y refundación en la parte más angosta del Orinoco      




lunes, 23 de abril de 2012

ESTATUA DEL LIBERTADOR


La primera de bronce fue erigida en la Plaza Mayor de Ciudad Bolívar
La Primera estatua de bronce del Libertador Simón Bolivar se erigió en la Plaza Mayor de Angostura el 28 de Octubre de 1869, fecha en que ya la histórica Capital había cambiado su nombre por el de Ciudad Bolívar.
La colocación de esta estatua hecha en Italia por el escultor Pedro Tonerani en el mismo molde en que hizo la de Bogotá y la cual domina el llamado Cuadrilátero Histórico  de Ciudad Bolívar,  se hizo por resolución del entonces gobernador Juan Bautista Dalla Costa Soublette, pero la iniciativa la tomó la Asamblea Constituyente del Estado Soberano de Guayana en 1864.
A este gobernante de ascendencia italiana se le atribuye, además, el decreto de instrucción popular gratuita y obligatoria, antes de que el Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, la implantase nacionalmente. Asimismo se le atribuye haber salvado a Guayana de los horrores de la Guerra Federal, aunque después no pudo librarla de la Revolución de los Azules.
Una junta designada por el gobierno regional de Juan Bautista Dalla Costa e integrada por el General Simón Briceño, doctor Juan Teófilo Benjamin Siegert, José Lezama, Hilarión Gambús, Tomás Machado y Andrés Montes, llevó a feliz término la obra monumental, financiada a través de una colecta pública en la que el primer enrolado fue el propio Dalla Costa con una contribución personal de 250 pesos.
Según las Crónicas que datan de la época, en el departamento Heres que así se llamaba entonces el Municipio Ciudad Bolivar, se recogieron 11.495,43 pesos; en el departamento Yuruari, 545,03 pesos; en el departamento Upata, 434,25 pesos y en el departamento Alto Orinoco, 71,50 pesos para un gran total de 12.246,21 pesos.
El 28 de octubre de 1869 quedó solemnemente inaugurada la estatua y el gramático guayanés, Licenciado Ramón Isidro Montes, pronunció el discurso de orden. Era día de San Simón, onomástico propicio para honrar al famoso caudillo que desde Angostura hasta el Perú hizo posible la guerra emancipadora de Venezuela y América.           
  




GALERIAS SUBTERRANEAS


¿Está el antiguo casco de Angostura atravesado por túneles o se trata de una leyenda como la hidra de siete cabezas que mora bajo  la Piedra del Medio?

Fuera de las galerías subterráneas que corresponden  a fenómenos telúricos estructurales y geomorfológicos muy antiguos como las simas de Sarisariñama y Jawa en el Alto Caura o las de la  meseta del  Guaniquinima en el Alto Paragua, las hay hechas por el hombre para establecer una comunicación a través de una montaña como ocurre en la autopista Caracas a La Guaira, por debajo de un río como el construido bajo Támesis o por debajo del mar como el realizado para establecer una línea férrea entre Inglaterra y Francia.
Según las voces que se oyen desde el pasado, los hispanos, alertas siempre contra las invasiones, primero de corsarios o piratas y luego de las organizadas por los criollos deseosos de emanciparse de la Real Corona de España, habrían construido túneles por debajo del peñón angostureño  para llenar una necesidad de seguridad y escape en caso de emergencia.
Se hablaba de un túnel que comunicaba el Almacén de pólvora o Santabárbara, frente al Cuartel del Capitolio, hasta la Plaza Mayor y de aquí  al Puerto de Los Cocos. Asimismo, de profundos sótanos para escondite en ciertos inmuebles del centro urbano y de túneles con trampas donde habrían caído algunos desprevenidos.
El arquitecto Rubén Aguirre estuvo en los años setenta investigando la existencia de esos túneles o galerías subterráneas que habrían sido sellados a comienzos de siglo debido al peligro que entrañaban. Muchos escépticos creen que se trata de un invento o leyenda alimentada por la fantasía novelesca, similar a la que se ha venido tejiendo con relación a una hidra de siete cabezas que mora debajo de la Piedra del Medio. El arquitecto recogió información como para intentar un plano con fines exploratorios.
Donde de veras existen túneles, hechos por mineros a fuerza de ploga, barra y dinamita, en seguimiento de las ricas vetas auríferas, es en El Callao. Alrededor de medio centenar de túneles pasa sin cruzarse por debajo de las típicas y livianas viviendas del pueblo.
Galerías subterráneas bastante profundas comunican  un poblado con otro y tienen longitudes hasta de cinco kilómetro como en el caso del túnel que comunica a El Callao con el campamento minero El Perú.
Las ocho mil almas que habitan en aquel valle circundado por colinas preñadas de material aurífero, al lado de un río pedregoso, el Yuruari, cruzado por un puente de hierro, no manifiestan temor por estos largos vacíos subterráneos donde mora como un arcano El Dorado que jamás pudieron encontrar los conquistadores hispanos.


LAS CAMPANAS



Copas de bronce de las Iglesias cuyos badajos acompasan el ritmo hacia modernos sistemas electrónicos.

Todo hace pensar que después del año 2000 no habrá campanas muy activas en las Iglesias de Ciudad Bolívar y del interior del estado, sino algunas de reliquias o muestras de un tiempo que fue y ha dejado de ser en razón de los cambios propios de la contemporaneidad. En vez de campanas y campanarios, seguramente, otros sistemas de la tecnología cibernética en constante exploración, harán las veces para llamar a los feligreses, recordarles dar gracias a Dios, doblar a los difuntos, alzar la misa y repicar el  aleluya.
En Ciudad Bolivar, donde existen numerosas campanas, varias de las cuales forjadas en el siglo diecisiete e introducidas por los misioneros españoles que iniciaron su entrada a Guayana por las bocas del Orinoco, rara vez se sienten si es que alguna vez el sacristán tira del badajo. Mientras mayor es el crecimiento de la Ciudad menos se oyen sus campanas, aun cuando las torres o campanarios sean de la altura del Empire State.
Tratando de ponerse en sintonía con los avances de la ciencia en materia de sonidos, el Deán de la Catedral, los padres capuchinos y las Hermanas del Santísimo, entre otros,  colocaron en sus respectivas Iglesias  un sistema electrónico, con cintas magnetofónicas, que virtualmente llenan con proyección mayor, las funciones de las tradicionales campanas.
Este sistema además tiene la ventaja de prescindir del campanero y poder reproducir los sonidos de famosas campanas como las del Carrillón de Rouen y Catedrales españolas de León, Toledo o Burgos. Solamente hay que presionar un botón o manipular el dispositivo de un amplificador para que los altavoces ubicados en las torres hagan las veces de las clásicas copas de bronce que aún alegran los días de muchos pueblos humildes, pero no así ahora los de la capital bolivarense y otras ciudades de Venezuela tan crecidas que ya no pueden oír, no solo por razones de distancia sino por los ruidos peculiares de la sociedad industrial, un Carrillón si lo hubiera, ni siquiera la más grande campana del mundo, la del Kremlin, si aquí estuviese, ni mucho menos la de Pekin, que según dicen pesa 58 mil kilogramos y mide dos metros de altura.
La pregunta de todos los días es si habrá campanas después del año 2000, porque ya los campanarios de nuestra grandes y populosas ciudades se están poniendo tristes. El badajo se mueve con pereza y el sacristán ha perdido la prisa.

domingo, 22 de abril de 2012

EL MUSEO SOTO


Simple idea transformada en una realidad tan dinámica como el propio cinetismo del artista guayanés.


La idea de un Museo de Arte Moderno en cualquier parte de Venezuela, nació de una tertulia informal entre el Maestro Jesús Soto, el arquitecto Carlos Raúl Villanueva y el museólogo Miguel Arroyo.
En 1967 cuando Soto viajó a Ciudad Bolívar tras varios años de ausencia, comenzó a orientarse la idea hacia la capital del Orinoco, dado el origen bolivarense de Soto y el hecho de que poseía una valiosa colección de obras de arte que pensaba donar a su país.
La palanca impulsora sería la Casa de la Cultura en ciernes, la cual realizó un tanteo para constatar la posibilidad de materializar la idea. Como la aceptación fue total, definitivamente quedó asentado el museo en Ciudad Bolívar a partir del decreto ejecutivo del gobernador C.E. Oxford Arias, del 27 de octubre de 1969. El Museo, diseñado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva, fue  inaugurado el sábado 25 de agosto de 1973 por el Presidente Rafael Caldera y establece un itinerario en el tiempo con muestra de las obras de los grandes maestros del constructivismo universal.
En este Museo que administra y dirige una Fundación, el arte moderno está representando por sus más calificados exponentes: precursores como Arp, Albers, Dewasne, Pillet, Magnelli, Ives, Kleim.  De  igual manera se exhiben obras  recientes de otros connotados: Arman, Bury, Camargo, Christo, Fontana, Levinson, Lichtenstein, Lohse, Mack, Niky de Saint Phalle, Takis, Vasarely, Tomasello, Agam y Jesús Soto.
Este último, guayanés llegado a París en 1950,  al integrarse en el arte cinético, creó obras  en las que el desplazamiento del espectador provoca el movimiento virtual de las líneas y las masas.
Según Alfredo Boulton, uno de los primeros directivos de la Fundación y quien tuvo a su cargo el discurso inaugural del Museo, “el magnífico conjunto de obras de esta novedosa y moderna institución, marca una etapa muy valiosa en las artes plásticas mundiales”.   Las obras fueron entregadas por Soto en calidad de comodato y  se han venido incrementando con los aportes del Conac,  CVG y Gobernación y el patrimonio en si lo constituye un periodo, cuyo inició arranca de la revolución cubistas, cuando se iniciaron muy serias investigaciones que cubrieron los campos del movimiento de la imagen, por medio de un nuevo factor artístico llamado espacio.


LA ZAPOARA


Autóctono pez del Orinoco al cual la leyenda atribuye poderes milagrosos

Como guardianes de sus dominios cuando el Río Padre se retira extenuado a las profundidades recosas de su cause, quedan las lagunas diseminadas a lo largo de sus costas como enormes pozos  en remanso en cuya orilla se afianza la bora como escudo, a la vez que los caudales fáunicos que el río reclama a su regreso del estiaje.
De allí que toda la línea costera del Orinoco sea lagunosa y desde el aíre se observe como llena de diminuto espejos que se reparten el cielo.
Esas lagunas de todas las formas y tamaños constituyen el hábitat de preciosas espacies de la fauna orinoqueña. Especies como la Sapoara que tanta fama al correr de los tiempos le ha dado la leyenda, la canción popular, la poesía costumbrista y la anécdota.
La Sapoara es un pez autóctono del Orinoco, cubierto de escamas doradas y plateadas, que sale de las lagunas cuando el río sube, y regresa cuando comienza a bajar.
El pescador ha descubierto que las lagunas son su hábitat y suele pescarla allí en tiempo de verano, pero tradicionalmente la pesca general y la que el pueblo comparte con evidente entusiasmo y fervor gastronómico, es la que se practica los meses de julio, agosto y septiembre, cuando el Orinoco entra en el apogeo  de sus aguas comunicándose con las lagunas o rebalses, permitiendo que los peces, entre ellos, la Sapoara, se liberen de su cautiverio para buscar la libertad del río. Es entonces cuando el pescador ribereño la aguarda armado de atarraya sobre el banco de proa de su curiara.
La pesca de la Sapoara es todo un espectáculo emocionante  para la gente de Ciudad Bolívar, que desde temprano se acoda en la baranda protectora del Paseo ligando la suerte del escaravel que le imprime sabor a la tradición y sobre todo a la leyenda según la cual quien deguste una vianda de Sapoara listo está para el amor o bien, para quedarse sembrado en esta tierra, atrapado por una linda guyanesa.

CANAIMA







Novela de la selva que escribió Gallegos guiado por un baqiano de Ciudad Bolívar llamado Rafael Lezama

En Ciudad Bolívar vivió un abuelo que sirvió de baquiano a Rómulo Gallegos durante trece días. Baquiano por los caminos de las vivencias, por los caminos de la memoria y de la realidad que cruzan la intrincada selva de Guayana con todos sus personajes, aventuras, mitos y leyendas. Se llamaba Rafael Lezama.
Gallegos llegó a Ciudad Bolivar en febrero de 1931, invitado por el Presidente del Estado, doctor José Jesús Gabaldón, y el Secretario General de Gobierno, el ingeniero upatence Toribio Muñoz. Entonces le fue presentado a don Rafael Lezama, ganadero metido en el negocio y explotación del balatá. Gallegos quería escribir una novela de la selva para plantear la lucha de la barbarie y la civilización con un personaje central que resumiera el carácter y temperamento de todos sus principales personajes literarios.
Trece días fueron suficientes para que Rafael Lezama suministrase al ilustre novelista venezolano todo el material informativo necesario y poder escribir más tarde, entre Nueva York y España, la novela de la selva, considerada junto con “Cantaclaro” la mejor de su producción y la que seguramente escribió con mayor libertad y emoción.
Debido a esa circunstancia, algunos analistas de la obra literaria gallegiana conjeturan que Rafael Lezama seguramente inspiro a Gallegos el personaje de Manuel Ladera, hombre generoso y bueno, amigo y protector de             Marcos Vargas, pero acosado por uno de los Ardavin  (José Francisco) y muerto por la mano artera y sanguinaria del Cholo Parima, el mismo que habrá de ultimar más luego Marcos Vargas para vindicar la muerte de su hermano “La noche en que los machetes alumbraron el Vichada”.
Canaima es la divinidad del mal que le disputa a Cajuña, el bueno, los dominios de la selva y Marcos Vargas el centro vital de la novela. Marcos Vargas es el hombre que abandona la Ciudad para internarse en el mundo de Canaima y de Cajuña y quien al final se deja arrastrar por la vorágine hasta confundirse con la selva en un grito que espanta y abisma. Marcos Vargas, poseído de un demonio interior, desciende, desciende al fondo de su propio origen hasta encontrarse asimismo. Al final se dará cuenta que él es de allí, de lo primigenio, de lo telúrico, de donde es el cacique Ponchopire, el padre de Aymará, madre del nuevo y mestizo Marcos Vargas, el que regresa a la ciudad prendido en la esperanza de Tupuquén.             



sábado, 21 de abril de 2012

EL GRAN CAÑÓN DEL COLORADO






También Ciudad Bolívar tiene una formación geológica no tan espectacular, pero parecida

Cuando  decimos cañón inmediatamente asociamos la palabra con la imagen de una pieza de artillería, pero “Cañón” también llaman a los desfiladeros o pasos estrechos entre montañas, a las gargantas por donde se precipitan torrenteras de agua como en el Salto de la llovizna en Caroni.
Por eso esta inmensa Cárcava de 350 kilómetros de largo de las áridas mesetas del Arizona (Estados Unidos) que nosotros muchas veces hemos visto, si no personalmente por lo menos en películas, es llamada el “Gran Cañón del Colorado” porque ella es eso, un desfiladero labrado por la persistente erosión del río Colorado durante millones de años. Naturalmente que a la erosión fluvial se ha añadido el viento, y otros elementos atmosféricos hasta lograr esa sima maravillosa de indescriptibles paisajes y formaciones geológicas que asemejan torres, castillos y templos nimbados de colores.
En 1919 el Gobierno de los Estados Unidos lo declaró Parque Nacional en un área de 1800 kilómetros cuadrados que todos los años atrae miles de turistas. Espacies de flora que van desde el Cactus a la amapola y de fauna que va desde el Puma montañés a la serpiente, pueblan al Gran Cañón del Colorado, vigilado durante siglos por una tribu de indios Havasupai que moran en sus proximidades.
Nosotros acá en Ciudad Bolívar también tenemos formaciones geológicas de tal característica. Los llamados Farallones, donde nacen los río Buena Vista, San Rafael y Cañafístola, son sin duda una belleza natural espectacular, especialmente vistos desde el cielo cuando la Ciudad parece girar bajo las ruedas del avión.
Los Farallones de Ciudad Bolivar tienen unos 25 kilómetros y paredes cuya altura oscila entre 50 y 60 metros. Esta cárcava bolivarense ha sido reservada para un Parque Nacional y el Gobierno Regional proyecta allí como en el Gran Cañón del Colorado, sembrar las especies autóctonas de nuestra flora y fauna.  
           

SIR WALTER RALEIGH




Ilustrado caballero inglés a quien los hispanos denunciaron como Pirata después de lo hecho por su lugar teniente en la Capital de la Provincia de Guayana.



Sír Walter Raleigh parecía tener muchos títulos: caballero, gentil hombre, poeta, filósofo, militar, parlamentario, gobernante, político, en fin, favorito de la Reina Virgen, pero para los hispanos no era más que un Pirata que merecía morir decapitado y, en efecto, murió bajo el filo del hacha del verdugo de la Justicia Real. Pero, tal vez, no haya sido por Pirata, sino porque gastó toda una fortuna, propia y ajena, incluso, sacrificó vidas, hasta la de su propio hijo, sin lograr para su Reino las ricas y doradas tierras prometidas de Guayana.
Han pasado siglos y la imagen de Raleigh, sigue viva en el espacio que no pudo conquistar y en la Torre normanda de Londres donde fue ajusticiado por Jacobo Primero, sucesor de la Reina Isabel, quien fue siempre su virgen protectora.
La desgracia de Raleigh, quizás, comienza con la muerte de la Reina Virgen en 1603. Desde entonces fue su calvario, pero también su resistencia, su lucha por sobrevivir y continuar con la empresa que había emprendido. Escribe dos libros trascendentales. “El descubrimiento del grande, rico y bello imperio de Guayana”  e “Historia del mundo “ en cuatro tomos.
El gran aventurero de los mares y navegante intrépido, tejió  sueños dorados, sembró esperanzas y dio a conocer estos horizontes del continente nuevo en alas de la fantasía, alas que al final se quebraron al tratar infructuosamente de conquistar y colonizar las tierras norteñas de Virginia y el Valle del Orinoco.
En una de sus incursiones murió su hijo Wat, enfrentado al Gobernador de Guayana, Diego Palomeque de Acuña. Luego su lugarteniente, Lorenzo Keymís, iría al suicidio mientras Raleigh, deprimido, frustrado, retornaba a su tierra donde bajo la niebla imperecedera lo aguardaba la admonición mortal de Jacobo Primero.
Antes de ser decapitado en aras de la paz de Inglaterra con España, a quien el antiguo Capitán de la Casa Real odiaba en sus predios americanos, escribió este su epitafio el 29 de octubre de 1618.

Tal es el tiempo depositario
de nuestra juventud, dicha y demás
y no devuelve sino tierra y polvo.
El que en la tumba muda y triste
cuando terminó nuestro camino,
la historia encierra de la vida nuestra.
De esta tumba, polvo y tierra,
me librará nuestro señor, según confío.





LA ATLÁNTIDA



Continente o país ideal del que supuestamente sobreviven restos conformando el archipiélago de las islas Canarias

La  Atlántida fue un continente sepultado bajo las aguas de los mares, se calcula que 1.400 años antes de Cristo. Si así fue, hasta ahora nadie ha podido encontrarla y dar cuenta real de ella. Sólo Platón, un gran pensador griego y científico genial que vivió y murió unos cuantos años antes de que el niño Jesús viniese al mundo, escribió de ella por primera vez. Dicen que Platón escribió sobre este misterioso continente porque tuvo referencias de un sabio y legislador democrático de Atenas llamado Solón, quien supo del continente durante una gira por Egipto.
La Atlántida legendaria habría estado ubicada en el volcánico archipiélago de las Canarias, jurisdicción de España, al oeste de Gibraltar y habría sido una especie de puente entre Africa y América y sus restos serían ese mismo archipiélago producto de la gran erupción volcánica que según se ha dicho hizo desaparecer el continente.
El nombre del Océano Atlántico es atribuido a la existencia de ese continente que el filósofo Platón describía en dos de sus libros como un país ideal, poderoso, floreciente, con magnificas ciudades, ricos templos y hermosos monumentos.
Mosén Jacinto Verdaguer, un poeta catalán del siglo pasado, escribió una hermosa epopeya sobre la Atlántida y los Pirineos, y como él otros escritores han dado rienda suelta a su  fantasía en torno al continente cautivo de los mares.
Y así como la sueñan, hay quien la busca sacrificando juventud, tiempo y fortuna. Tal el caso y obsesión del explorador francés Jacques Cousteau, quien falleció en avanzada edad sin poder realizar lo que él imaginó como el sueño de todo hombre civilizado. Gente de todas partes ha sido atraída por el misterioso continente y últimamente arqueólogos  griegos y norteamericanos sostuvieron haber encontrado en tierra, valiosas antigüedades relacionadas con la Atlántida. Cousteau, vivió diciendo que  no quería morir sin antes dar con la raíz de la verdad sobre este soñado y misterioso país envuelto en las profundas tinieblas de las aguas oceánicas.    




viernes, 20 de abril de 2012

RUFINO BLANCO FOMBONA

Escribió dos de sus libros (Hombre de Hierro y Canto de Prisión) en la Cárcel Vieja de Ciudad Bolívar

En la cárcel colonial de Ciudad Bolivar que aún subsiste a pesar del tiempo y los impactos demoledores que sobre su robusta estructura hicieron los cañones de Juan Vicente Gómez cuando en 1903 atacó a la Ciudad para librarla del poder de la Revolución Libertadora, en esta cárcel, estuvo preso uno de los escritores más resonantes de principios del siglo veinte: Rufino  Blanco Fombona.

Rufino Blanco Fombona, nacido en Caracas el 17 de junio de 1874 y muerto en Buenos Aires el 16 de octubre de 1944, comenzó a escribir a la edad de 19 años, destacó entre los colaboradores del Cojo ilustrado, fue político agresivo, recorrió numerosos países de Europa y América, entró en el juego de la diplomacia, estuvo encarcelado y exiliado varias veces y sostuvo numerosos duelos, uno de ellos con el edecán del Presidente de la República, doctor Andueza Palacios.
Su tercera prisión como político la cumplió en la vieja cárcel de Ciudad Bolivar donde escribió la novela El Hombre de Hierro, un libro tildado de inmoral por la sociedad caraqueña de entonces. Aquí escribió también Canto de la Prisión, complementada después con Carta del Destierro. Blanco Fombona, en total, escribió y publicó 391 volúmenes en el lapso de 18 años.
En la Cárcel de Ciudad Bolivar estuvo preso por orden del Presidente de la República, Cipriano Castro, tras haber sido acusado de alzado por el general Víctor M. Aldana, cacique del Alto Orinoco y Río Negro.
Según las crónicas de entonces, no hubo tal alzamiento sino que en Isla Ratón tenía su hacienda el general Aldana, a quien los moradores temían por su déspota comportamiento y a quien todo Gobernador de Río Negro, entonces  Capital del Territorio Federal Amazonas (1905), debía dispensar consideraciones.
Blanco Fombona, a la sazón Gobernador y conocedor de los desmanes del famoso cacique, despreció una de sus invitaciones disgustando de tal modo a Aldana que este con cincuenta hombres armados navegó en curiara el Orinoco hasta Río Negro y le pidió renunciara a la Gobernación. Pero el escritor, hombre de temple y decisión, le hizo frente al General, quien mal herido emprendió la fuga a Ciudad Bolivar, desde donde con el respaldo del Presidente del Estado, general Luis Valera, con quien hacia buenas migas, telegrafió al mandatario de Miraflores informándole que el Gobernador del Amazonas se había alzado y que él tratando de mediar, fue herido. La orden de encarcelamiento para el escritor no se hizo esperar. En el mismo calabozo donde también se hallaba preso el poeta Arvelo  Larriva, permaneció más de cinco meses.             

EL PILOTO QUE NO VOLVIÓ




¿Dónde está, Antoine de Saint Exupéry, acaso acompañando a El Principito en el asteroide B612?

Antoine de Saint Exupéry es un nombre aparentemente difícil de escribir y pronunciar en nuestra lengua, pero los niños hacen un justificado esfuerzo por aprenderlo porque es el nombre de un extraordinario volador del espacio. Es el nombre del Piloto que escribió “El Principito”, un cuento hermoso para grandes y chicos que ha sobrevolado varias veces el planeta Tierra.
Saint Exupéry despegó un buen día en su pequeño avión para encontrarse en el desierto con un famoso personaje, El Principito,  único habitante de un lejano asteroide y no volvió jamás.
Eran tiempos de guerra y Francia, su patria, había sido invadida por el ejército germano de Adolfo Hitler. Sanit Exupéry, como es de esperarse en estos casos, tenía como buen patriota su puesto de lucha en la parte más alta de la acción porque él, lo mismo que El Principito, se las había ingeniado para estar siempre cerca de los astros. Así que salió una vez más a cumplir una misión por la liberación de Francia, pero contrario a lo que había escrito a su esposa Consuelo que vivía en Nueva York en un departamento que antes había sido de la artista de cine Greta Garbo, no volvió más. Había escrito: “Haré  siete salidas más y luego iré a reunirme contigo en América”. El autor de “El Principito” nunca volvió ¿Acaso se unió a su tierno personaje del espacio y estará en el Asteroide B612 donde habita el pequeño príncipe? Posiblemente se encuentre desde allá contemplando su túmulo de mármol que esperan sus restos en el Panteón de París. Posiblemente, constatando si el cordero se comió o no la rosa débil e inocente que sólo tenia cuatro espinas para defenderse.