miércoles, 25 de abril de 2012

EL DIAMANTE DE BARRABAS

El viento se lo llevó

            Siempre hemos oído hablar del Diamante de Barrabás. A decir del vulgo, era  algo así como una pera, pero realmente no era tal sino más pequeño y pesaba 155 quilates (31 gramos).
Barrabas era un negro alto y fibroso que nació en El Callao cuando aún Gómez  mandaba en Venezuela  (1929). Pero su verdadero nombre es el de Jaime Teófilo Hudson, nombre inglés por la procedencia trinitaria de sus padres.
Cuando tenía 25 años,  “ Barrabás” que así lo llamaban no sabemos por qué, no era un hombre feroz sino tranquilo, aventuraba en la búsqueda de diamantes en los placeres otrora famosos de El Polanco, en el río Icabarú de la gran sabana. Un buen día cuando relavaba  los desechos del material diamantífero, se le apareció como milagro la piedra preciosa más grande que minero venezolano alguno haya encontrado desde que se explota el diamante en el país.
El diamante de Barrabás resulto ser el más grande de Venezuela y uno de los más bellos del mundo. Era realmente de una gran pureza y cuando los compradores internacionales supieron del hallazgo, llegaron hasta la Gran Sabana y compraron a Barrabás el diamante por un precio inferior al real y del cual sólo correspondió al minero 68 mil bolívares. Más tarde fue vendido a la casa Harry Wiston de Nueva York por más de medio millón de bolívares. La piedra fue fraccionada en una impresionante ceremonia por el experto gemólogo  mundial Adrián Gracelli y se informó que dos de sus partes fueron vendidas en cinco millones de dólares.
Barrabás, con lo poco que le tocó de lo mucho que valía su diamante, perdió el sentido de la realidad y se dedicó a una vida de mujeres y dispendio.  Finalmente, explotó un bar llamado  “La Orchila”, donde los buscadores de diamantes cuando visitaban el bar y se entusiasmaban, entonaban frente al negro de El Callao este melancólico estribillo:           “El diamante  de Barrabás... el viento se lo llevo”.  


           
           

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