viernes, 20 de abril de 2012

LA SEMANA SANTA

                                                                                                                                                             
                          

En torno a ella y a través de los tiempos se han tejido leyendas y consagrado costumbres

Podríamos decir que la Semana Santa son cuarenta y seis días que empiezan después de la alegría del Carnaval, es decir, desde el Miércoles de Ceniza, cuando el Sacerdote con su rosquete y estola va untando Ceniza a manera de cruz en la frente de cada feligrés arrodillado, a la vez que pronuncia: “Polvo eres, del polvo vienes y al polvo habrás de regresar” hasta el Domingo de Resurrección.
Durante la cuaresma que antecede a la Semana Santa, los católicos se preparan para la Solemnidad de la Pascua y Resurrección con Ayunas, abstinencias, ejercicios espirituales, penitencias, recogimientos y privación de diversiones.
La Semana Santa suele llamarse también, en otros pueblos católicos, Semana Mayor, Semana Penosa, de los Lamentos de las Vigilias y de las Indulgencia, porque ella está destinada a celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Comienza el Domingo de Ramos que recuerda el día de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, montado en un borrico y aclamado en medio de palmas por sus seguidores, como el Mesías Prometido.
Durante esta Semana que históricamente está ubicada en abril del año 30, Jesús multiplicó sus enseñanzas y realizó su manifestación suprema de Mesías, hijo de Dios y Redentor del mundo. Se celebra desde el siglo VII y sus días esenciales son el Jueves y Viernes  Santos que incluso respetan y guardan los gobiernos. Es cuando se coloca en los templos el llamado túmulo o monumento en el que se reserva la Eucaristía y se organizan procesiones por las calles con imágenes y grupos representativos de la Pasión, llevados en hombros por los fieles que paso a paso, muy despacio, van cantando, expresando el dolor popular y pagando las consabidas promesas.
De acuerdo con la idiosincrasia y cultura de cada pueblo, la celebración de la Semana Santa varía, pero sin alterar su esencia. En torno a ella y a través de los tiempos se han tejido leyendas y consagrado costumbres que, como ciertos juegos y pasatiempos de los muchachos, le imprimen un sello característico.
En plazas de los pueblos del Estado Bolívar, en tiempo de Semana Santa, era  familiar ver a  niños y jóvenes jugar, después de los ritos religiosos,  Pares o nones utilizando el fruto del Paraparo o el Quiminduñe con mamones, granos de maíz o frijol. Fuera de las plazas y a  cualquier hora  del día, pero siempre durante la cuaresma y la Semana Santa, los muchachos jugaban la perinola de cuatro caras con las letras MSNT que significan: mete, saca, nada, todo; con la zaranda de taparita que canta, o con los trompos o peonzas que ruedaban calle abajo al grito exclamatorio de ¡Troya! ¡Al trompo! ¡Ni frío ni arrempujao que el que pique una cuarta fuera de mi trompo, pierde! 
(AF)




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