Internarse en la selva del Caura conlleva riesgos retribuidos con el delicioso olor de la cumarina
La sarrapia, árbol que logra alcanzar una altura hasta de 30 metros y al cual algunos conglomerados de la Guayana adentro conocen con el nombre de “Yape”, produce una almendra aromática utilizada desde principios de siglo en la industria de la perfumería y la tabacalería.
Este árbol corpulento y de espesa fronda es, al parecer, autóctono de la Guayana y se localiza en las regiones del bajo y medio Caura, especialmente en las llamadas filas de Guayopo, Suapure, Hilaria, Monte Oscuro Pastora, Chiveta, El Caballo y el Manteco.
Hacia esos lugares de la selva Orinoqueña solían desplazarse en épocas pesadas centenares de sarrapieros procedentes de Ciudad Bolívar, San Félix, y sur de Anzoátegui, Guárico y Monagas, para recolectar la cosecha silvestre de los primeros meses del año, que es cuando el fruto madura y cae del árbol espontáneamente o porque lo tumban las aves y los monos.
Esos desplazamientos de sarrapieros no es posible observarlos ahora porque la sarrapia, por efectos de la competencia y el hallazgo de suplantaciones químicas dentro del avance tecnológico y científico, han perdido valor en los mercados internacionales, y lo que se paga por el fruto no logra cubrir los gastos de recolección que son de por si penosos y costosos.
De acuerdo con lo que se ha escrito de la sarrapia y suelen contar viejos recolectores de Ciudad Bolivar, un árbol puede producir, en condiciones óptimas, una cosecha hasta de 46 kilogramos de fruto. Una vez que mediante un procedimiento doméstico y empírico se extrae la almendra o semilla del fruto, ésta se expone al Sol bajo algunas precauciones. Cuando la almendra adquiere ciertas arrugas y color a causa de la desecación, se ensaca y transporta a los centros de recepción y comercio donde es sometida a un procedimiento de cristalización que permite la conservación de la almendra por largo tiempo, por lo menos hasta que llegue a la industria que la requiere para aprovechar la cumarina, fuente de ese aroma que nos viene tan agradablemente en los perfumes y condenados cigarrillos de nuestros días.
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