miércoles, 25 de abril de 2012

SIMON, EL FAROLERO DE ANGOSTURA


Se quedó dormido para siempre bajo la sombra de una Ceiba

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron a prenderse los faroles en la bella y empinada Ciudad de Angostura del Orinoco. Sólo se recuerda que en tiempos del dictador Juan Vicente Gómez llegó a la capital guayanesa un Presidente  (entonces  así se llamaba el Gobernador de Estado) y apagó para siempre los faroles y sus esqueletos sin luz quedaron desde 1911 como símbolo transitorio de un tiempo hermoso, romántico y apacible.
La luz mortecina del farol alimentada con kerosene y aceite de tortuga alumbró durante muchas décadas a esta Ciudad Histórica que ahora ostenta grandes bombillas y luces de neón en sus calles y avenidas.
El kerosene y el aceite de tortuga dejaron de tener demanda desde  que el fluido eléctrico nos invade, generado por plantas de vapor combustionadas con carbón antracita y leña después seguida de  gas pobre, gasoil, petróleo, gasolina y hoy por potentes turbinas empotradas en el dique que en Gurí represa las agua torrentosas del Caroní.  Turbinas que generan luz y fuerza por toda Venezuela.
Angostura o Ciudad Bolivar no necesita ahora de los servicios de don Arturo Montes, el latonero de la calle Venezuela que fabricaba faroles, ni de los servicios del rollizo Simón Rivas, de Perro Seco, que desde las cuatro de la tarde hasta avanzada la noche iba de esquina a esquina con su escalera en el hombro prendiendo los faroles.
Simón era como el farolero del quinto planeta de Saint Exupéry que cuando prendía cada farol era como si hiciera nacer una estrella o una flor y cuando la apagaba era como si durmiera la flor o apagara la estrella. Cumplía bien su consigna de ¿ Buenas Noches?   ¿Buenos Días?  También un pañuelo rojo de cuadros  con el que se enjugaba la frente, porque su trabajo era muy agitado debido a que la Ciudad iba cada vez más deprisa  Al fin, Simón, murió de pena cuando un día se quedó dormido bajo la sombra de una Ceiba, despertó y vio que su escalera ya no servía para nada.
En estos días de lluvia, tormenta y apagones, cuando la Ciudad queda  envuelta en tinieblas y la gente asegura bien las puertas de su casa alumbrándose con velas y linternas, los niños al asomarse a las ventanas ven entre los árboles, pasar el fantasma hecho luciérnaga de Simón, el farolero de Angostura.

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